Kahlo dijo: “Nunca pinto sueños o pesadillas. Pinto mi propia realidad”. Sin embargo, la realidad puede percibirse y presentarse de múltiples maneras, como se ve en las obras que aquí se presentan. A principios del siglo XX en Europa, el movimiento surrealista surgió en el arte, el cine y la literatura; los surrealistas celebraron yuxtaposiciones improbables e imágenes extrañas, incluso inquietantes, extraídas de sueños y estados psicológicos. Pero, al igual que Kahlo, algunos artistas mexicanos rechazaron esta asociación. Los artistas mexicanos unieron visualmente lo ancestral con el presente, lo indígena con lo colonial y lo imaginado con lo físico. En la década de 1930, el autor cubano Alejo Carpentier acuñó la frase Lo real maravilloso para describir el desarrollo de una visión fantástica que combinaba más de una realidad, abarcando contradicciones únicas para América Latina y vinculadas a las capas de historia de la región.
Juan Soriano
Mexicano, 1920–2006
Niña con naturaleza muerta, 1939
Óleo sobre lienzo
Colección Jacques y Natasha Gelman de arte mexicano del siglo XX y Fundación Vergel
Las obras de Soriano son a menudo sutiles y oníricas, utilizando un lenguaje visual personal que debe mucho a las propias narrativas metafóricas de Kahlo. A finales de la década de 1930, Soriano pintó varias imágenes de niños sosteniendo y contemplando objetos misteriosos, sugiriendo las formas únicas en que los niños perciben el mundo que los rodea, generalmente desinhibidos por ideas establecidas de utilidad o belleza.
[Descripción del arte: Una pintura que muestra a una niña de piel clara sentada frente a una mesa con varios objetos. La delgada niña sostiene un coral grande y un muñeco de hojas de palma seca en sus manos. La niña tiene su cabeza ligeramente inclinada y la mirada hacia su derecha. Tiene ojos grandes, una nariz pequeña y los labios apretados. Un bonete trenzado se amarra bajo su mentón, cubriendo su cabello claro. El objeto trenzado con hojas de palma seca tiene dos extremidades, una en cada lado con hojas sueltas saliendo del interior de la figura. Su brazo izquierdo descansa sobre la mesa, cerca de un vaso de cristal vacío de gran tamaño, con cuatro piezas de fruta, parecidas a manzanas, sobre un mantel color arena. La pintura utiliza colores tierra, con tonos en café, bronce y beige. El fondo está parchado en tonalidades oscuras, especialmente alrededor de la niña y está pintado en parches de los mismos colores del sujeto.]
Lola Álvarez Bravo
Mexicana, 1903–1993
Paisaje de México I, hacia 1950
Fotomontaje
The Tarpon Trust
[Descripción del arte: Este fotomontaje presenta un paisaje imaginario que fusiona relieves urbanos y rurales, así como arquitectura antigua y moderna. Una montaña alta y nevada domina el fondo de la imagen con picos más pequeños a cada lado. En primer plano, del lado izquierdo, está una parte de una iglesia colonial con cúpula y campanario. Esto se yuxtapone con una antigua estructura Tolteca en forma de cono. Un acueducto colonial alto y arqueado corre a lo largo del lado derecho de la imagen, desapareciendo entre las montañas. Plantas de puntas afiladas llenan la parte frontal del cuadro.]
Lola Álvarez Bravo
Mexicana, 1903–1993
Paisaje de México II, hacia 1950
Fotomontaje
The Tarpon Trust
[Descripción del arte: Este fotomontaje presenta un paisaje imaginario que fusiona relieves urbanos y rurales, así como arquitectura antigua y moderna. Un cielo con nubes onduladas en la parte superior del cuadro cuelga sobre una cordillera rocosa. Atravesando el cuadro frente a la montaña se observa un acueducto colonial alto y arqueado. Al extremo izquierdo hay un rascacielos moderno de perfil estrecho con una torre en la parte superior. Otros edificios modernistas, incluida una residencia de techo plano sobre pilotes, aparecen en medio de densos pedazos de bosque, cactus y campos de lava. Un antiguo templo maya se ubica al fondo en el extremo derecho, detrás de una estatua colonial en una columna alta.]
Bernard Silberstein
Estadounidense, 1905–1999
Frida pinta Diego en mi mente mientras Diego mira, 1940
Impresión sobre gelatina de plata
Colección Jacques y Natasha Gelman de arte mexicano del siglo XX y Fundación Vergel
Héctor García
Mexicano, 1923–2012
Frida con su cuadro, El Amor Abraza al Universo, la Tierra (México) Diego, Yo y el Señor Xolotl, 1949
Impresión sobre gelatina de plata
Colección Jacques y Natasha Gelman de arte mexicano del siglo XX y Fundación Vergel
María Izquierdo
Mexicana, 1902–1955
Naturaleza viva, 1946
Óleo sobre lienzo
Colección Jacques y Natasha Gelman de arte mexicano del siglo XX y Fundación Vergel
Una colección de objetos orgánicos descansa sobre la tierra infértil a la mitad inferior de la pintura. La tierra oscurece detrás de la colección para encontrarse con el cielo, cubriendo el tercio superior del cuadro. Las nubes blancas se adueñan de la mayor parte del cielo con segmentos de azul oscuro que aparecen cerca de la cima y de las nubes grisáceas a la derecha. Un muro se levanta sobre la tierra desde la derecha, fugándose hacia el horizonte. Es de un suave color crema, manchado con matices de gris y café. Hacia la izquierda, tres árboles moribundos, carentes de hojas en sus ramas, imitando la forma triangular del muro. El primer árbol se encuentra justo detrás de la colección, el segundo se observa distante y pequeño, mientras el último se encuentra al borde de la línea de horizonte, en una escala muy reducida. La primera fila de la colección de izquierda a derecha muestra la mitad de una sandía, semejando una lágrima, con un corte rojo hacia arriba, un huevo blanco, un betabel maduro, una vaina color café, la otra mitad de la sandía con sus semillas aún incrustadas, una fresa de color vibrante, y una voluminosa caracola blanca, con una delicada apertura interna, siendo café y espinoza al exterior. Un color pálido rosa divide ambos extremos. La caracola está cerca del muro. En la última fila ubicamos un cuarto de sandía con un corte a su extremo izquierdo, una manzana roja y un íntegro cuarto de sandía. Ambas piezas de la sandía han sido cortadas transversalmente, descansan sobre su corteza, luciendo sus semillas sobre la pulpa de tonalidades rojas. Entre ambas piezas de sandía hay una pera café y una manzana roja. Entre ambas filas y bajo la pera observamos una manzana roja y un plátano marchitándose.
[Descripción del arte: Una colección de objetos orgánicos descansa sobre la tierra infértil a la mitad inferior de la pintura. La tierra oscurece detrás de la colección para encontrarse con el cielo, cubriendo el tercio superior del cuadro. Las nubes blancas se adueñan de la mayor parte del cielo con segmentos de azul oscuro que aparecen cerca de la cima y de las nubes grisáceas a la derecha. Un muro se levanta sobre la tierra desde la derecha, fugándose hacia el horizonte. Es de un suave color crema, manchado con matices de gris y café. Hacia la izquierda, tres árboles moribundos, carentes de hojas en sus ramas, imitando la forma triangular del muro. El primer árbol se encuentra justo detrás de la colección, el segundo se observa distante y pequeño, mientras el último se encuentra al borde de la línea de horizonte, en una escala muy reducida. La primera fila de la colección de izquierda a derecha muestra la mitad de una sandía, semejando una lágrima, con un corte rojo hacia arriba, un huevo blanco, un betabel maduro, una vaina color café, la otra mitad de la sandía con sus semillas aún incrustadas, una fresa de color vibrante, y una voluminosa caracola blanca, con una delicada apertura interna, siendo café y espinoza al exterior. Un color pálido rosa divide ambos extremos. La caracola está cerca del muro. En la última fila ubicamos un cuarto de sandía con un corte a su extremo izquierdo, una manzana roja y un íntegro cuarto de sandía. Ambas piezas de la sandía han sido cortadas transversalmente, descansan sobre su corteza, luciendo sus semillas sobre la pulpa de tonalidades rojas. Entre ambas piezas de sandía hay una pera café y una manzana roja. Entre ambas filas y bajo la pera observamos una manzana roja y un plátano marchitándose.]
Frida Kahlo
Mexicana, 1907–1954
La novia que se espanta de ver la vida abierta, 1943
Óleo sobre lienzo
Colección Jacques y Natasha Gelman de arte mexicano del siglo XX y Fundación Vergel
[Descripción del arte: Un autorretrato de Kahlo usando un resplandor de holán almidonado con un pequeño retrato de Diego Rivera entre sus cejas, contra un fondo dorado. Kahlo mira directamente al espectador, su rostro enmarcado por el resplandor, un tocado compuesto de encaje, formando pliegues a su alrededor, extendiéndose hacia afuera de manera radiante. Un encaje traslúcido con motivos florales cae como cascada desde la cabeza hasta los hombros, oscureciendo su figura. Una cinta rosa delinea el encaje. El tocado continúa formando pliegues bajo la cinta, cubriendo por completo a Kahlo. Una porción del resplandor muestra sus dobleces al frente, interrumpiendo la cinta rosa en su elipsis alrededor del cuerpo de Kahlo. Sobre su cabeza, notamos su cabello negro, del cual sobresalen flores blancas y violetas, con hojas verdes, agrupadas en su coronilla. Las hojas imitan los bordes puntiagudos del encaje. Unas líneas se extienden hacia afuera, desde la punta de las hojas hasta perderse en el encuadre, simulando grietas que se multiplican cuanto más radiante es la dama, cubriendo incluso el fondo dorado. Un pequeño retrato de Rivera se crea justo entre sus pobladas cejas. Kahlo luce una piel en tono durazno, labios rojo oscuro y un vestigio de vello sobre su labio superior.]
Juan Soriano
Mexicano, 1920–2006
Recreación de arcángeles, 1943
Témpera sobre papel
Colección Jacques y Natasha Gelman de arte mexicano del siglo XX y Fundación Vergel
Los ángeles aparecen con frecuencia en las obras de Soriano de finales de los años 1930 y 1940. Esta pintura surgió de una fotografía de Soriano posando de perfil frente a la pared de un monasterio en Oaxaca. Transformarse en una figura de otro mundo sugiere cruzar los límites entre lo físico y lo imaginario.
Frida Kahlo
Mexicana, 1907–1954
El abrazo de amor del Universo, la Tierra (México), yo, Diego y el señor Xólotl, 1949
Óleo sobre masonite
Colección Jacques y Natasha Gelman de arte mexicano del siglo XX y Fundación Vergel
Esta obra une el universo, presentado como claro y oscuro, y la tierra floreciente, personificada como una mujer de piel verde musgosa. La tierra abraza a Kahlo, quien sostiene a Rivera representado como un niño y hombre adulto. Su pose sugiere el ciclo de vida de nacimiento, crecimiento y muerte. La coexistencia de múltiples capas de historia y cultura, un tema a lo largo del modernismo Mexicano y esta exposición, se pone de manifiesto en esta obra, que abarca un mundo personal y nacional unificado.
Frida Kahlo
Mexicana, 1907–1954
Diego en mi mente (Autorretrato como Tehuana), 1943
Óleo sobre masonite
Colección Jacques y Natasha Gelman de arte mexicano del siglo XX y Fundación Vergel
La maravillosa realidad de la vida de Kahlo tenía espacio para múltiples posibilidades. En este autorretrato, la artista porta un tocado de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca. Los pliegues de encaje almidonados que rodean su rostro llaman la atención sobre el retrato de Diego grabado en su frente, lo que sugiere la complejidad de las vidas enredadas de Kahlo y Rivera.
[Descripción del arte: Un autorretrato de Kahlo usando un resplandor de holán almidonado con un pequeño retrato de Diego Rivera entre sus cejas, contra un fondo dorado. Kahlo mira directamente al espectador, su rostro enmarcado por el resplandor, un tocado compuesto de encaje, formando pliegues a su alrededor, extendiéndose hacia afuera de manera radiante. Un encaje traslúcido con motivos florales cae como cascada desde la cabeza hasta los hombros, oscureciendo su figura. Una cinta rosa delinea el encaje. El tocado continúa formando pliegues bajo la cinta, cubriendo por completo a Kahlo. Una porción del resplandor muestra sus dobleces al frente, interrumpiendo la cinta rosa en su elipsis alrededor del cuerpo de Kahlo. Sobre su cabeza, notamos su cabello negro, del cual sobresalen flores blancas y violetas, con hojas verdes, agrupadas en su coronilla. Las hojas imitan los bordes puntiagudos del encaje. Unas líneas se extienden hacia afuera, desde la punta de las hojas hasta perderse en el encuadre, simulando grietas que se multiplican cuanto más radiante es la dama, cubriendo incluso el fondo dorado. Un pequeño retrato de Rivera se crea justo entre sus pobladas cejas. Kahlo luce una piel en tono durazno, labios rojo oscuro y un vestigio de vello sobre su labio superior.]